Este proyecto me llega a través de un conocido. Forma parte de un grupo musical de Folclore Canario y estaban buscando renovar su imagen de marca. Desde el principio me generó un poco de respeto —incluso algo de incertidumbre— porque hablamos de un entorno muy arraigado a la tradición, donde cualquier intento de modernización puede encontrarse con cierta resistencia. Pero, para mi sorpresa, fue justo lo contrario. Me encontré con un grupo abierto, receptivo y con muchas ganas de hacer algo diferente. Todo el proceso fue súper sencillo y cómodo. Solo había un intermediario con el que se canalizaban todas las ideas y decisiones, lo cual facilitó muchísimo la comunicación. Eso de no tener que lidiar con veinte opiniones diferentes (que suele pasar en proyectos grupales) fue un auténtico regalo.
Desde el primer momento nos propusimos alejarnos de lo típico sin perder de vista las raíces culturales. Queríamos una imagen que, sin dejar de representar su esencia y origen, tuviera un aire fresco y actual. Y así fue como fuimos dando forma a una propuesta de marca que, en este entorno, destaca bastante. Nos centramos en construir una identidad visual que hablara el lenguaje del folclore, pero que también pudiera dialogar con un público más amplio y contemporáneo.
El resultado final es una imagen de marca muy poco habitual dentro del mundo del folclore tradicional. Apostamos por un solo color dominante, pero muy vivo, casi eléctrico, que rompe con las paletas más apagadas o neutras que suelen asociarse a este tipo de agrupaciones. Ese color, lejos de restar seriedad o profundidad, aporta modernidad, frescura y una energía que va muy en línea con lo que el grupo transmite en sus actuaciones.
El símbolo principal de la identidad es una hoja de parra, que conecta directamente con la vendimia, las raíces rurales y la cultura agrícola canaria, elementos muy presentes en el repertorio y estética del grupo. Esta hoja actúa como elemento visual que acompaña al logotipo, en el que jugué con distintas mezclas tipográficas para lograr un efecto dinámico, con personalidad y un punto de diferenciación. No es una marca cerrada ni rígida, sino flexible y con capacidad de adaptarse a distintos formatos y soportes sin perder su esencia.
Ha sido uno de esos proyectos en los que no solo disfrutas del proceso creativo, sino que también te llevas una experiencia positiva a nivel humano. Y eso, para mí, siempre suma.
A continuación dejo el pequeño manual de identidad corporativa que les entregue junto a todas las versiones de la marca:
Como curiosidad, me gustaría destacar la página 8 del proyecto. Es una de mis partes favoritas, aunque suele pasar desapercibida para muchos. Se trata de la construcción interna de la marca, lo que en diseño técnico se conoce como la geometrización de la marca. Aquí es donde se muestra de manera clara y ordenada cómo está formada toda la estructura visual de la imagen. Es decir, no solo el resultado final, sino el esqueleto que hay detrás, como si destapáramos la piel de la marca para ver los músculos y huesos que la sostienen.
En esa página se pueden observar los puntos de control de las curvas Bézier —esas curvas suaves que usamos en diseño vectorial para dar forma a todo tipo de elementos— perfectamente alineados según principios geométricos. No es algo que se vea habitualmente en muchos proyectos de identidad visual, pero para mí se ha convertido en una práctica esencial en mis últimos trabajos. Me gusta trabajar así porque siento que aporta una armonía silenciosa que se nota, aunque no se vea directamente.
Geometrizar las curvas no significa simplemente hacer que se vean bien; significa que cada línea y cada giro tienen sentido, que no están ahí por azar. Me da una sensación de orden interno, de precisión. Es como cuando ves una composición musical y notas que todas las notas están donde tienen que estar, aunque no entiendas del todo cómo funciona la partitura.
Al trabajar con esta técnica, todo empieza a encajar como piezas de un puzle. Hay una lógica visual que, aunque sutil, marca una gran diferencia. Y creo que eso se nota en el resultado final, aunque sea de forma inconsciente para quien lo ve. Para mí, cuidar ese nivel de detalle es una forma de respeto hacia el diseño y hacia la marca que estoy construyendo. Es un pequeño gesto que dice: esto está hecho con intención, con mimo, con criterio.
Esta forma de construir no solo me permite alcanzar una mayor consistencia visual, sino también ofrecer una marca más duradera en el tiempo, más adaptable, más sólida. Porque una buena base geométrica siempre da soporte a una evolución futura sin perder la esencia.