Otra de las clases del Máster M:COM se centraba en un tema interesante: el reposicionamiento de marca. Y claro, antes de ponernos manos a la obra, había que tener claro qué significa exactamente eso de “reposicionar una marca”.
El reposicionamiento de marca es, en esencia, un cambio de perspectiva. Es cuando una marca decide modificar la forma en la que quiere ser percibida por su público. No se trata simplemente de cambiar el logo o los colores, aunque eso muchas veces forma parte del proceso. Va mucho más allá. Implica revisar el mensaje, el tono, los valores y, sobre todo, cómo se comunica todo eso. Es como si la marca se mirara al espejo y se diera cuenta de que ha cambiado, que ya no encaja del todo con su imagen anterior, y entonces decide actualizar su reflejo. A veces lo hace porque el mercado ha cambiado, otras porque su público ya no es el mismo, o porque la competencia le ha obligado a renovarse. Sea por la razón que sea, hay una intención clara: adaptarse sin dejar de ser auténtica.
Desde el punto de vista del diseño gráfico, este proceso tiene un papel fundamental. Porque sí, la identidad visual es uno de los elementos más visibles del cambio. Rediseñar el logotipo, actualizar la paleta de colores, buscar nuevas tipografías o cambiar el estilo fotográfico, no es solo un lavado de cara: es la forma en la que esa nueva personalidad se materializa. Lo importante es hacerlo con cabeza y sensibilidad. No se trata de romper con todo lo anterior, sino de entender qué partes siguen funcionando, cuáles representan la esencia de la marca, y cuáles necesitan evolucionar. Mantener ese equilibrio es todo un reto. Y ahí es donde los diseñadores entramos en juego, intentando que esa transición tenga coherencia, pero también frescura.
Al final, reposicionar una marca se parece mucho a un cambio personal. A cuando uno crece, aprende, se transforma y necesita que los demás también vean esa evolución. Porque no basta con sentirlo, hay que comunicarlo. Y comunicarlo bien. Por eso el diseño es una herramienta tan poderosa en estos procesos: convierte las ideas y los valores en algo tangible, en algo que se ve, se reconoce y se siente.
Para el ejercicio práctico, mi compañera y yo escogimos la marca Quiksilver. Siempre nos ha gustado por su estilo y por todo lo que representa: libertad, deporte, naturaleza, comunidad. Es una marca muy consolidada dentro del mundo del surf, el snowboard y el skate. Tiene una estética muy marcada y un público muy fiel, sobre todo entre jóvenes. Pero lo que nos llamó la atención fue algo que va más allá del target actual: muchos de los que crecieron con la marca, que vestían Quiksilver en su adolescencia, ahora son adultos que siguen practicando esos mismos deportes y que no han perdido ese espíritu aventurero.
Así que nuestra propuesta fue reposicionar la marca sin perder su esencia juvenil, pero adaptándola a un público más maduro. Personas que, aunque han cambiado, siguen sintiéndose parte del mismo estilo de vida: activo, libre, conectado con el mar o la montaña, pero ahora con otras necesidades, con otro ritmo, con otras prioridades. Quisimos imaginar una nueva línea dentro de la misma marca, pensada para ese público que ha crecido con ella y que no quiere dejarla atrás. Eso nos permitió explorar otras paletas de color, una imagen más sobria pero igual de potente, y un tono más cercano y menos adolescente, sin caer en lo corporativo ni en lo aburrido.
Es importante señalar que se trata de un ejercicio académico, por lo que muchas de las imágenes empleadas en la propuesta pertenecen a materiales con derechos de autor y fueron utilizadas únicamente con fines didácticos. Aun así, fue una experiencia muy enriquecedora, no solo por lo aprendido en cuanto a estrategia y diseño, sino también por la reflexión que implica pensar cómo una marca puede crecer sin dejar de ser ella misma.
Como siempre, me gusta ir un paso más allá. No me conformo solo con entregar el trabajo tal cual se espera, sino que intento buscar formas de enriquecerlo, de hacerlo más completo y personal. Así que, para apoyar la presentación de nuestra propuesta de reposicionamiento de marca en clase, decidí crear un pequeño spot audiovisual. Algo breve, directo y visualmente cuidado, que resumiera en imágenes la esencia de la nueva dirección que queríamos para Quiksilver.
La idea era reforzar el concepto que habíamos trabajado: una evolución de la marca hacia un público más adulto, sin perder su espíritu libre y deportivo. Quería que el vídeo transmitiera esa sensación de madurez sin rigidez, de pasión que no se apaga con los años, de movimiento constante. Por eso elegí una selección de imágenes que representaran ese equilibrio: personas activas, en contacto con la naturaleza, practicando los mismos deportes que los acompañaron toda la vida, pero desde otro lugar, con otra mirada.
Trabajé el montaje de forma sencilla pero con intención. No se trataba de hacer algo espectacular, sino de crear una pieza coherente con el reposicionamiento que habíamos planteado. La música, el ritmo, las transiciones… todo apuntaba a reforzar el mensaje. Y creo que funcionó bien, porque no solo ayudó a contextualizar mejor nuestra propuesta, sino que aportó un punto emocional a la presentación, algo que a veces los datos o las maquetas no consiguen del todo.
Para mí, estos pequeños gestos marcan la diferencia. Aportar algo más allá de lo esperado no solo demuestra implicación, sino también ganas de comunicar y conectar con quien te está escuchando. Y al final, de eso va también el diseño: de contar historias que dejen huella.
Modelo Francisco Cipriano. Vídeo original spot de Nespresso. Canción Jessie Ware – Free Yourself